Ayer mi marido me regaló un pequeño paquete envuelto en papel claro aterciopelado muy suave. Abrí el regalo y era un pequeño colgante en forma de lágrima. Enseguida busqué cadena para colgármela y sin recordar que debía quitármela para dormir, fui a la cama con ella. No sé porqué soñé anoche con su regalo.
Durmiendo sentí agua en mi pecho. Veo que mana de la lágrima, es llanto sin anclar, es agua salada, agua de mar. Me hallo sumergida y resistiéndome a que fuera verdad, aferrándome a que sólo fuera un sueño renuncié a ver que realmente me encontraba surcando una marisma de paz.
Al sentir que mi cuerpo se movía, abrí los ojos y me vi nadar sin rumbo ni sentido en busca de orilla terrenal.
Entre aguas cálidas, placenteras sonrío al ver su juego envuelto de burbuja y gorgoteo. Finalmente su bravura aislada busca orilla y allí esparce sus faldas blancas buscando calma y suave aterrizar. Cubierta de espuma emerjo del tranquilo hogar.
Al sentarme frente a frente son las lágrimas quienes entre tinieblas y susurros hablan de la salinidad de su mar.
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