Sonata para elefantes

 

La conducta y respuesta de
ciertos animales al  oír música clásica
sugiere que son inteligentes y sienten. Ejercen recato y atención, el mismo
respeto y acatamiento que el que procesamos los humanos ante un concierto de
música clásica.

Visualizado un video de youtube me sentí cautivada al ver el comportamiento de un elefante en campo
abierto escuchando la música clásica interpretada por un pianista. Sentí ser
invitada a compartir un mismo sentir, la misma emoción.

La armonía de notas musicales imanta su copioso cuerpo. Se dirige sigiloso, con la cabeza baja y tiernamente
“como evitando romper el delirio capaz de hacer vibrar sus emociones” vaga con paso delicado y, como si sus
sentidos hubieran traspasado un horizonte y se hallara cercado en un lugar inhóspito,
queda sumido en una pócima abismal.  Millones
de fibras nerviosas de colosales orejas conmueven sus neuronas. Segundos
después, en calmoso silencio se aproxima poco a poco y, sin
llegar a rozar el piano e intérprete plácidamente queda minutos observando la imagen del autor.

Respetuosamente, taciturno,
la melodía lo empuja a danzar y balancear sutilmente su cuerpo. Mueve su cabeza
con particular meneo y mientras zapatea dúctilmente sacude sus grandes orejas
mientras una y otra vez su “probóscide” único órgano móvil expresa en silencio el
único lenguaje que puede transmitir. Enrosca y golpea suavemente su trompa una y
otra vez sobre la hierba mientras su colosal figura da breves y delicados pasos
uniéndose al mismo compás.

Su inteligencia discierne
el momento, su intensa inquietud profundiza
dentro de su ser. Conmovido, ante la incapacidad de poder expresar lagrimea al
igual que llora el ser humano al sentir la emoción ante notas musicales capaces
de adentrarse en lo profundo del  alma.

 

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