El cantar de la rana.


Me he sentido en el sueño como un árbol  de  grandes ramas y tronco liso, de
color claro y textura suave. Las ramas que encabezaban el tronco estaban
desprovistas de hojas y cargadas de flores.
Me percaté que de mis ramas
brotaban flores de diferentes formas y me di cuenta que el polen que cada flor
emanaba, saturaba más allá de mis raíces, que todo a mi alrededor
embriagaba.
Un gran manto de minúsculos seres
cubrían el árbol de insectos que desorientados por la mezcla de sus néctares
servían de alimento a las 
 aves.
Deleitándome del descanso de las
aves en mis ramas para poder nutrirse y embobada al ver brotar en ellas flores
de diferentes formas y colores, me llamó la atención el cantar de una
rana. Cuando pude alcanzar a visualizarla “alojada bajo mi tronco”, me percaté
que cada vez que croaba su aspecto cambiaba.
Maravillada observé que  cada vez que zampaba un insecto
croaba, y ese croar la  transformaba en gema preciosa. Otro croar hizo de su
cuerpo blando y pastoso una pequeña isla rodeada de playas limpias y finas
arenas que arrastraban a perderse en ellas.

Me he sentido vegetal, como un
árbol y he podido experimentar el delicado 
 brote de las flores en mis ramas.
He sentido el placer al ver que mis brazos sirven de protección y descanso. 
 He oído al amanecer los
movimientos del despertar de los árboles y he oído el canto de una rana que a
modo de agradecimiento por el 
 manjar de insectos  cambiaba su cuerpo en belleza y
encanto.
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