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Premonición de los sueños.

Habrán pasado  cuatro, quizás cinco años, era
Domingo. Por lo general el día festivo es para 
 salir, respirar  aire fresco, el  mismo que horas antes exhaló y
respiró 
 el verde suelo que cubre montes y cielo. Eso era al
menos nuestra pretensión aunque después según 
 circunstancias vas haciendo.
Al despertar, sin habernos
levantado le resumo el sueño. Era tan reciente y tan breve
 que se lo conté entero.
Mira…nos hemos visto perdidos,
sin saber a dónde íbamos. Después  vi que estábamos sentados en casa de
alguien conocido, su voz masculina me resultaba familiar, pero no puedo
recordar donde estábamos, ni su rostro, ni si había alguien más, sólo sé que su
voz dijo: ¡Tu padre ha muerto!
Dos horas más tarde, ese
mismo Domingo,  salíamos a dar una vuelta…y sin saber que pasó
«posiblemente 
 estábamos hablando y no pusimos los ojos donde
debíamos» porque nos equivocamos de autovía.
Aprovechando el error, decidimos
acercarnos al pueblo, ver a amistades y escasos familiares, vínculos no
olvidados.
Primero  visita,  ronda  casa por casa, comer, hablar y
dialogando…
 surgen esas cosas raras, pasa el mundo
de los sueños a los hechos. Miguel refiere, ¿qué sabes de tu padre? Contesto que
no sé nada desde la última vez que supe de él y contesta: Tu padre ha muerto.
Mi marido que nunca antes había
creído en casualidades,  tiene mujer que sueña y acontece. Qué carita
puso, aún sonrío cuando la recuerdo. ¿Cómo se puede acertar con los sueños?
Después, por último, antes de
partir queda vagar por los recuerdos y realizar el mismo paseo que tantas
veces me llevara a la Iglesia, que está en el centro de la plaza del
pueblo. Recuerdo ir vestida de fina seda verde, hilada por las finas manos de
mi abuela, para ir a Misa Domingos y días de fiesta.
Olfateo  sus calles, antes eran terrosas,
ahora las cubre el alquitrán…»me alegra ver en su pulido asfalto
bolitas redonditas que dejan los rebaños al volver de su paseo»…!cuanto me
alegra ver ovejitas 
 y cabritas…te dices por tus adentros!, añoro esta
tierra de buenas costumbres que 
 guarda en sus  aires  olores viejos.
La higuera de la carretera que
baja al pueblo aún vive, sus 
 jugosos higos se deben a la
soledad que agudizó su esencia para no sentirse sola, cautivando a viandantes
con el néctar de sus frutos. Guarda aroma dulce y en su base de tierra hay
sonata de zumbidos, insectos borrachos empalados de jugo. También es menú de
gorriones y otras aves que acuden 
 a la fresca, cuando no aprieta el
calor, para alimentar las hambrientas bocas de sus nidos.

!Cuanto echo de menos el pueblo!.Si
pudiera, compraría la casa de los abuelos…pagaría cualquier precio. Ahora la
habitan seres ajenos !ojalá fueran familia para poder sentarme en su
corral y bañarme en un barreño! Tendría animales, los mismos que tuvieron los
abuelos. Volvería a plantar la pasionaria y rosales blancos y plantaría de
nuevo  el
 melocotonero  que había en el centro.
Recuerdo sentir morirme 
 cuando un verano en vacaciones,  vi serrado su ostentoso cuerpo.
DIOS MÍO ¡ABUELOS, QUE HABÉIS HECHO! Era sólo un hermoso melocotonero cargado
de olor fresco y frutos de miel que cubrían sus maderos.
www.relatosdepatricia.blogspot.com.es

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