Zapatos viejos.

Anoche vi cientos de
zapatos raídos, añejos, diferentes por edad y sexo. Agrupados sin casar
formaban alta montaña de calzados viejos. Comprendí que aquellos  pasos
vividos, ahora son olvido, huellas de los que ya partieron.
Tierra y polvo de
camino sujeto al paso erguido, dejan entrever aquellos años, un recuerdo,
pegado a la suela del olvido. Es polvo terrenal, sendero etéreo y fugaz de
elementos que dieron forma  y movimiento a lo vivido.
Entre ellos, vislumbro un
par de botines nuevos. Alguien se apresuró a partir sin cubrir sus pies
desnudos. Cuando intento alcanzarlos, los cordones rompen su unión de hechizo y
queda uno disponible para poder llevarlo conmigo, pero no puedo cogerlo, no me
serviría solo uno.

Junto
a la montaña de sandalias hay un zapatero  de ojos vidriosos, añosa lente,
tez arrugada y porte muy viejo. Trabaja el zapato que me falta y
espero a que termine  para poder coger el calzado
refulgente. Con mirada sabia sus ojos dicen lo que el corazón piensa y siente…aún
no llegó la hora de quien ha de vestir estas suelas relucientes, el caminante
que lo calce debe llegar al final de sus albores.

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