Relato: Alarma en la noche.



Desde que alquilamos la casita del pueblo habíamos visto por casualidad dos
objetos no identificados. 



Un abrasador domingo de agosto, vagando por la
montaña fotografié el cielo. Eran las doce, la bóveda celeste despejada, sin
apenas nubes. Nada había de extraño, simplemente quise conservar por instantes
un pedacito de universo. Fue revisando las fotografías cuando pude observar que
bajo la tímida luna oculta por la claridad y rayos de sol había un objeto
metálico no reconocido, también se hallaba otro triangular con focos de luz
infiltrado entre las nubes.
Una noche de septiembre,
descansando  en la terraza del ático rodeados de estrellas
vimos  una luminaria inmensa, como si la luna “no visible ese día”
hubiera sido encendida con fuerza durante segundos y  tras ella, en
la misma área se encendió otra luz que se dirigía hacia abajo como enorme
linterna explorando el área, sierra y montes del pueblo.
Tras ese avance tan raro nada
ocurrió hasta pasados  10 o 15 minutos y las luces brotaron de nuevo
pero no exactamente iguales.
Surgieron una, seguidamente otra y
otra, así hasta cuatro que se movían y desfilaban veloces por la sierra uniéndose y
fundiéndose finalmente en sólo una. Fue un espectáculo curioso y agradable,
nada común y desde luego no realizado por el hombre. Deseosa de seguir viendo
la misma escena, me quedé sola en la terraza y de nuevo volvieron a surgir.
Silenciosas jugaban y deslizaban por el cielo sus fugaces y grandes luces para
finalmente fundirse de nuevo en una y desaparecer igual que habían venido…sin
el menor ruido.
Esa noche desperté sobre las cuatro
y recordé que era la misma hora, “aquella de aquel raro encuentro de verano
años atrás”. Recuerdo la firme noche de aquel día y la suerte de no haber
sufrido daño alguno.  Más tarde despierto por intenso ruido metálico.
Estoy siendo analizada por anónimo aparato que emite un insólito chirrido a la
vez que sufro una extraña descarga que hace tiritar cada trazo de mi ser y
eriza cada vello de mi cuerpo.  Cuando todo termina, temblorosa llamo
varias veces a mi marido y tras hacerle despertar le pido que me abrace.

A la mañana siguiente le pregunto si
oyó o vio algo que pudiera explicar la experiencia. Comenta que al dormir
plácidamente no advirtió nada.  Sí recordó que al yo despertarlo le llamó
la atención que bramaran múltiples perros al unísono con feroces aullidos (como
si perros y lobos se avisaran ante peligro inminente). Tras unos minutos
abrazados regresaron quietud y calma, cesaron los aullidos salvajes y todo
quedó en silencio, inerte e integrado formando parte de las sombras.
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